Desmedicalizar a la mujer

Es bien conocido que las mujeres consumen más medicamentos y padecen más efectos adversos a los medicamentos que los hombres. Recientes estudios han demostrado que las mujeres no consumen más medicamentos por el mero hecho de ser mujeres, sino en relación a los problemas de salud que padecen. Queda por dilucidar quién o qué condiciona el incremento de problemas de salud en las mujeres con respecto a los hombres y si son problemas de salud reales o son grados diferentes de malestar. Entendiendo el “malestar” como lo define el psiquiatra Alberto Ortiz como aquel sufrimiento psíquico legítimo, proporcionado adaptativo y, por tanto, no patológico, vinculado a los avatares de la vida cotidiana.

Vamos a ver varios ejemplos de medicalización de la mujer.

1. Edad reproductiva

  • Fase premenstrual

Durante la edad reproductiva, la mujer experimenta una serie de cambios fisiológicos asociados a la ovulación y a la menstruación. La fase premenstrual presenta una serie de síntomas físicos y emocionales que, en la última década, la industria farmacéutica ha convertido en una nueva enfermedad, la “labilidad emocional premenstrual”, recomendada tratar con antidepresivos como si se tratara de una enfermedad psiquiátrica. Prácticamente el 90% de las mujeres experimenta alguno de estos síntomas (dolor de cabeza, pesadez abdominal, hinchazón y aumento de peso, acné, herpes labial recurrente, ansiedad) de forma más o menos marcada. Dicha sintomatología no solo supone un problema de malestar en las mujeres que lo sufren, sino también una serie de connotaciones negativas en la sociedad, que se hacen objetivas con las frases tantas veces repetidas como “cariño, estás nerviosa, ¿tienes la regla?”, contribuyendo a estigmatizar como enfermedad psiquiátrica algo que es meramente fisiológico.

  • Anticoncepción

Los métodos anticonceptivos hormonales han permitido a la mujer mayor libertad planificando su vida familiar y social. Pero, por otro lado, la han enfrentado a los efectos adversos relacionados con la toma de estos fármacos como son la cefalea, náuseas, dolor de mamas, retención de líquidos, sobrepeso y, en ocasiones, reacciones más graves como pueden ser la hipertensión o el tromboembolismo venoso. Los esfuerzos para investigar en tratamientos anticonceptivos hormonales dirigidos a los hombres han sido escasos y mal aceptados.

2. Embarazo

El uso de medicamentos durante el embarazo no es una cuestión aislada, sino excesivamente frecuente. Entre el 60-90% de las mujeres toma algún fármaco durante el embarazo por prescripción facultativa o por automedicación y la mayor parte de ellos es innecesaria; así:

  • Ácido fólico

El ácido fólico solo está indicado en aquellas mujeres con antecedentes en su familia de niños nacidos con déficit del cierre del tubo neuronal, y tienen que tomarlo desde 3 meses antes del embarazo hasta el tercer mes de embarazo. Sin embargo, es frecuente que la mayor parte de las mujeres embarazadas lo tome injustificadamente y durante una duración y dosis inadecuadas.

  • Suplementos de hierro

La mayoría de mujeres toma suplementos de hierro durante el primer trimestre del embarazo sin estar indicado y creándoles problemas como náuseas, dolor abdominal, estreñimiento o diarrea, o empeoramiento de las hemorroides.

  • Suplementos de Vitamina A

Desde hace años es bien conocido que dosis superiores a 3000 UI al día de suplementos de Vitamina A durante el embarazo pueden ser teratógenas y producir malformaciones en el feto. A pesar de ello, en España son muchas las embarazadas que han sido expuestas a dosis mucho más elevadas con la prescripción de poli-vitamínicos que contienen retinol (vitamina A) durante el primer trimestre de embarazo.

  • Pomadas antihemorroides

La frecuente recomendación de pomadas antihemorroidales sin eficacia demostrada y que casi todas contienen principios activos contraindicados en el embarazo.

  • Suplementos de yodo

Una de las últimas recomendaciones que está incrementando la medicalización injustificada del embarazo es la recomendación de tomar suplementos de yodo, con la falacia creada por la industria farmacéutica de prevenir hipotiroidismos congénitos (que no existen o que se previenen yodando la sal) y de hacer niños más listos.

3. Lactancia

Tras el parto se le plantea a la mujer un nuevo dilema: el de la lactancia. La leche materna es el mejor alimento que una madre puede ofrecer a su hijo, por su valor nutricional y afectivo. Cuando se decide suprimir la lactancia, persiste tensión mamaria por la producción fisiológica de leche. En España, a pesar de que se han notificado un número importante de reacciones adversas graves e incluso muertes con bromocriptina (Parlodel®) y se ha retirado en diversos países, sigue siendo el fármaco más prescrito. El tratamiento de elección para la supresión de la lactancia debería ser conservador.

4. Menopausia

La menopausia es un proceso de envejecimiento fisiológico en la mujer, caracterizado por el cese de la menstruación que se acompaña de una serie de manifestaciones físicas (sofocos, cefaleas, trastornos del sueño) y emocionales (nerviosismo, alteraciones del ánimo) que afecta a mujeres de edad media; colectivo que hoy en día representa una parte de la sociedad joven, activa, implicadas en la economía familiar y social, por lo que este proceso supone una interferencia en su ritmo de vida pero no una enfermedad. La industria farmacéutica española, de acuerdo con las autoridades sanitarias, ha psiquiatrizado este proceso con la comercialización y recomendación durante mucho tiempo de un neuroléptico, el veralapride (Agreal®) que, en la actualidad, está retirado del mercado por sus efectos adversos y lo inadecuado de su utilización. Los neurolépticos son fármacos utilizados para el tratamiento de la esquizofrenia.

La industria farmacéutica, la Organización Mundial de la Salud, las sociedades científicas y los profesionales médicos han recomendando durante muchos años la Terapia Hormonal Sustitutiva a las mujeres perimenopáusicas o menopáusicas, basada en la administración de estrógenos para el control de los síntomas de la menopausia (para la que resultaba ser eficaz) y para disminuir las fracturas (no existen datos de resultados epidemiológicos congruentes que justifiquen esta indicación). Este tratamiento supuso un incremento de mortalidad de las mujeres por cáncer de mama, infarto de miocardio o tromboembolismo pulmonar, motivo por el que fue retirado a nivel mundial. En la actualidad son múltiples las tentativas para medicalizar la menopausia con productos que no han demostrado su eficacia mediante ensayos clínicos reglados; un buen ejemplo de ello son las isoflavonas, presentes en vegetales como la soja, que están comercializadas como medicamentos y ampliamente prescritos.

Otro proceso asociado a la edad es la pérdida de masa ósea, que ocurre tanto en hombres como en mujeres; las medidas higiénico-dietéticas como hacer ejercicio, un aporte adecuado de vitamina D y calcio, y medidas preventivas en el entorno para disminuir el riesgo de caídas, han demostrado ser eficaces para disminuir las fracturas relacionadas con esa pérdida de masa ósea. Sin embargo, desde hace unas décadas, con las nuevas tecnologías densitométricas que permiten cuantificar la cantidad (que no la calidad) de masa ósea, se acuñó el término de osteoporosis en base a unos límites de referencia. Pero cabe recordar que la osteoporosis no es una enfermedad, sino un factor de riesgo para sufrir fracturas, que no duele y que no todas las mujeres menopáusicas la padecen. Sin embargo, esto ha condicionado la medicalización de un teórico factor de riesgo de fractura con fármacos como son los Bifosfonatos de los que se han vendido millones de envases que han consumido las mujeres. Las mujeres desconocen que la eficacia demostrada con estos fármacos es marginal, y que tienen que tomar los bifosfonatos un número importante de mujeres durante varios años para prevenir una fractura en sólo una de todas las mujeres tratadas. Cada vez con más frecuencia se están describiendo reacciones adversas importantes con estos fármacos, como son esofagitis, osteonecrosis de mandíbula, dolores musculares, sinovitis, fibrilación auricular, que cuestionan su utilización.

Medicamentos ineficaces y efectos adversos

Parece que con las mujeres se ha perdido el principio hipocrático de “Primun non nocere” (lo primero es no hacer daño). Se están tratando enfermedades con medicamentos ineficaces y con efectos adversos, sirva de ejemplo las miles de prescripciones de fármacos flevotónicos ineficaces que se recomiendan para el tratamiento de las varices. Además, se está etiquetando de enfermas a mujeres con malestar que podemos considerar sanas y se les está sometiendo a tratamientos que conllevan indudables efectos adversos, tanto por el mismo proceso de etiquetado como “anormal”, como por los posibles efectos de las terapias, que nunca son absolutamente inocuas como nos ha enseñado la historia.

Ivan Illich ya advertía de los peligros de la medicalización hace casi 30 años. Ha llegado la hora de que las asociaciones de mujeres, los políticos, la sociedad, los profesionales sanitarios, las sociedades científicas, y la industria farmacéutica se sienten en un foro común para reflexionar y trabajar en la desmedicalización de la mujer. En definitiva, es la mujer bien informada quien tiene la última palabra.